Verano y del 2011 ya lo definia así:
Es que él seria ese con quien me escaparía a tener
un amor eterno, sin principios y sin finales, sin lugares específicos ni
familiares, sin secretos ni ataduras, sin todo lo que es él y sin la mitad de
lo que soy yo, sin amistades ni compromisos.
Solo él y yo.
Aquí, allá y en
cualquier otro lugar. Ese que me da vida, que me alimenta con el mínimo… al que
le he escrito cuentos, el que pienso al menos una vez al día.
Le amo y le ame, por lo que es en mi vida y por
cómo es con la suya, por ser mí aventura y ser mi tranquilidad, por su profunda
entrega y su gran misticismo, por ser mi locura, por ser mi obsesión y hasta
alguna borrachera. Por cercano y por ausente, por eterno y por sabio, por
demente y por sensual. Por turbarme y por incitarme, porque me hace ser tierna y
ardiente, dulce y pasional. Porque me hechiza y porque me desordena, porque me
hace infinita, loca y feliz.
Con la amenaza de vernos pronto y yo con tanto que
decir y el con tantos planes para nosotros. Nos espera un Motel, con una vieja
promesa y una nueva fantasía. Ahora estaré como aquel Noviembre que rogaba por
Diciembre y por un vuelo a Colombia.